Mi camino en la ingeniería civil comenzó con una curiosidad simple: quería entender cómo funcionaban las cosas a mi alrededor, desde los pequeños puentes hasta los edificios más complejos. Con el tiempo, esa curiosidad se transformó en una forma de ver el mundo.
Soy ingeniero civil. No me defino por grandes logros o proyectos monumentales, sino por el trabajo constante de resolver problemas, pieza por pieza. Disfruto del proceso de encontrar soluciones, a veces inesperadas, que sean técnicamente sólidas y practicales.
La docencia es una parte fundamental de mi vida. No la veo como una manera de enseñar, sino como una oportunidad para aprender junto a mis estudiantes. Cada pregunta que hacen, cada duda que surge, me obliga a volver a lo básico, a recordar por qué elegí esta profesión. Ese intercambio constante es, para mí, el verdadero lujo de ser profesor.
Fuera del aula, mi hobby es participar en proyectos. No importa si son grandes o pequeños; lo que me motiva es colaborar, aportar desde mi experiencia y trabajar codo a codo con otros profesionales. Es en esos espacios donde sigo aprendiendo, donde la teoría se encuentra con la realidad y donde, al final del día, recuerdo que la ingeniería es, sobre todo, un trabajo en equipo.
Mi enfoque siempre ha sido simple: hacer bien mi trabajo y nunca dejar de aprender. Si en el proceso puedo contribuir a formar mejores ingenieros o a construir cosas que sean útiles para la gente, me doy por satisfecho.